<<De todos los bares del mundo, tuvo que entrar precisamente en el mío>>

No se me ocurre mejor frase para darle la bienvenida al lector a mi bar de reflexiones y pensamientos, que la pronunciada por Rick Blaine en la afamada película Casablanca de Michael Curtiz.

Es algo más que notorio que vivimos en una era donde el apego por el pasado convive en la oferta cultural y comercial. El cine, las series, la música, los videojuegos, y la moda (entre muchos otros) recurren cada vez más a los remakes y al factor nostálgico para captar al público. 

Con esta premisa, invito al lector a acompañarme a desgranar una serie de preguntas de no tan fácil respuesta: ¿estamos ante una crisis creativa o simplemente es la respuesta a lo que el mercado demanda? 

¿Se está sacrificando la innovación por la comodidad de lo ya conocido? Y lo más importante de todo: ¿es un contenido que de verdad nos aporta calidad y valor?

<<He descubierto que en este lugar se juega>>

En un mundo saturado de información y novedades, la nostalgia nos ofrece un refugio emocional. No solo despierta recuerdos, sino que también crea un vínculo fuerte entre el consumidor y la marca. 

Y este es el punto clave al que quieren llegar las marcas: que el acomodado consumidor sienta la necesidad de comprar a ciegas, guiado por las emociones y los estímulos generados, para tener un gran efecto de gratificación, como aquel jugador de cartas que recoge del croupier una enorme montaña de ganancias.

Mujer de los 70 apoyada en coche

<<Tócala Sam, tócala de nuevo>>

Los remakes y reboots se han convertido en un recurso frecuente para las marcas porque son fórmulas seguras, que ya han demostrado ser exitosas en el pasado, y por lo tanto, minimizan el riesgo financiero en detrimento de la exploración artística y la creación de contenido nuevo.

Análisis de la industria del entretenimiento y la nostalgia

El cine y las series, por ejemplo, se han convertido en una máquina del tiempo con remakes y reboots por doquier. Desde la innumerable cantidad de live-action de la compañía Disney, hasta las inagotables secuelas de películas que estiran su producto como aquel niño que juega a alargar el chicle para volver a saborearlo sabiendo que va a saber de igual manera.

Echando la vista atrás, pocas son las películas o series que en sus remakes o secuelas nos han aportado un contenido de gran calidad. De los últimos años, destacaría el impresionante trabajo que ha hecho el canadiense Denis Villeneuve con la saga literaria de Dune.

Caso similar se produce en el mercado de los videojuegos, con clásicos que han visto cómo se han creado un gran número de remakes y secuelas de muy dudosa calidad, como por ejemplo, el ruinoso remaster de Grand Theft Auto con groseros fallos técnicos en su fecha de salida. Cara distinta de la moneda fueron títulos como Final Fantasy y Resident Evil que ha vivido durante los últimos años varios remakes, que han tenido una gran acogida por parte del público.

Si nos adentramos en la música, vemos también cómo beben de esta fuente inagotable de creatividad. Artistas como The Weeknd (After Hours) o Dua Lipa (Future Nostalgia) han recurrido al sonido del pop ochentero, con sintetizadores, ritmos electrónicos y elementos visuales retro. El uso de samples por parte de Beyoncé (Renaissance) o Kanye West (My Beautiful Dark Twisted Fantasy) es otro ejemplo de cómo lo retro y lo nuevo se mezclan en un cóctel irresistible para los oídos del consumidor.

No podemos olvidar también la estética retro donde la vuelta del VHS, la estética de baja resolución y los estilos visuales inspirados en los años 80 y 90 han dominado los videoclips recientes como en Lana del Rey (Young and Beautiful) o Harry Styles (Fine Line).

Esto nos lleva a uno de los mercados cúlmen en cuánto a nostalgia se refiere, el de la moda, donde siempre revive el pasado como escaparate creativo.

La moda de los años 90 y 2000 ha irrumpido con fuerza en los últimos años, influenciando tanto la alta costura como el streetwear. Este renacimiento responde a factores como la nostalgia generacional y la influencia de los medios y la cultura pop. La diversidad estilística de la época, desde el grunge hasta el minimalismo, así como la moda del hip hop, sigue resonando en los creativos de la moda.

Por ello, muchos diseñadores miran hacia atrás como unos fieles románticos que no quieren hacerle frente a un futuro desconocido como aquel pianista que vuelve a tocar melancólico su pieza preferida.

Película clásica en blanco y negro

<<El mundo se desmorona y nosotros nos enamoramos>>

Podemos hablar entonces que las marcas y el consumidor forman un tándem que se retroalimenta como el querer de dos enamorados. Las marcas nos dan una respuesta pragmática a lo que el consumidor demanda. Ahora bien, en numerosas ocasiones la pasión del mercado por exponernos estos productos de manera desorbitada, ha llevado a que se produzcan piezas sobreexplotadas y de muy baja calidad que ven cómo se absorbe hasta la última gota de su pasión, convirtiendo las hordas de lovers en haters.

El futuro de la nostalgia: evolución y revolución real

En el aspecto creativo siguen surgiendo nuevas ideas, tendencias y maneras de evolucionar y revolucionar el mercado, pero es inevitable pensar que ante un contexto de sobreinformación, incertidumbre y de ausencia de ideas innovadoras, lo fácil, rápido y seguro es recurrir a lo que nos ha sido y es familiar.

Aunque se apele a la nostalgia, se debe de hacer desde un prisma que aporte valor real, mejore la calidad del producto original, y en el que pueda confluir con mejoras creativas. Y pecaríamos de honestos si no dijéramos que muy pocas piezas llegan a este nivel.

Al final, el consumidor, frente a esas obras maestras que han dejado huella en su corazón, siempre defenderá el amor de lo que quedó en las brumas del pasado. Como Rick Blaine, que, aún con el tiempo y la distancia, le dijo a Ilsa Lund: «Siempre nos quedará París».